En el siglo XX, la "revolución en filosofía" consistió en desplazar el objeto de la "crítica del conocimiento" hacia el análisis del lenguaje. Durante la primera mitad del siglo pasado, en el ámbito anglosajón sometido a la influencia del positivismo lógico, se produce esta transición desde la "crítica del conocimiento" al "análisis del lenguaje". Entre los motivos de esta evolución podemos señalar:
- la influencia del desarrollo de la lógica matemática de simiente leibniciana y de la distinción fregeana entre Sinn, "sentido" y Bedeutung, "significado" (comúnmente traducido como "referencia"). Hasta Frege, los analistas del lenguaje distinguían entre "signo" o "expresión lingüística" y "contenido significativo". Frege reconoce, dentro del "contenido significativo" una diferencia entre el "sentido" o "valor cognitivo" de una proposición y la "referencia" o el "objeto mentado" o "denotado" por ella.
- la "sospecha" introducida por Wittgenstein en el Tractatus logico-philosophicus (1921) acerca de que las proposiciones filosóficas y sus problemas no son "falsos", sino simplemente "carentes de sentido". Sospecha a partir de la cual se instalan los problemas del "significado" de las proposiciones. A partir de aquí, el Círculo de Viena sanciona la diferencia entre "proposiciones" (Sätze) y "pseudoproposiciones" (Scheinbarsätze), y las disputas metafísicas quedan eliminadas por expresar "irremediablemente" un sinsentido.
- la preeminencia del principio de "verificación" instituido por el positivismo lógico, que disuelve a la metafísica por producir proposiciones fuera de las condiciones o "reglas" según las cuales una proposición puede ser "significativa". Conforme al criterio de "verificabilidad" definido por A. Ayer (Lenguaje, verdad y lógica, 1936) no podemos llamar "significativo" a ningún enunciado al que no podemos asignarle un "procedimiento de verificación" (o al menos de "confirmación"). Los únicos procedimientos de que disponemos son los usados en matemática y lógica (procedimientos de derivación de enunciados a partir de definiciones y axiomas) y en las ciencias empíricas (procedimientos de confirmación mediante la referencia a la experiencia sensorial).
Tomaremos como punto de partida de nuestro desarrollo acerca del lenguaje, la posición de Bertrand Russell, para identificar de qué modo el criterio de significado como criterio de demarcación se va a imponer en la reflexión posterior acerca de “la cientificidad de la ciencia”.
En un artículo de 1923 ("Vagueness"), Russell considera que la "vaguedad" es un concepto aplicable a todo sistema representativo. La reflexión sobre los problemas filosóficos, está conectada, en mayor medida de lo que aparenta, con los principios del simbolismo, esto es, "con la relación entre lo que significa y lo que es significado". Todo pensamiento filosófico, en cuanto expresado a través del lenguaje, puede incurrir en "falacias" derivadas de ir desde "los símbolos" a "las cosas".
Russell sostiene una "tesis representacionalista" del lenguaje, que se juega en la oposición transparencia/opacidad del signo. Un signo es una representación, es "signo" de algo. La relación entre el signo y la cosa significada es una relación de significación: el signo designa "algo". Un signo es "transparente" cuando deja ver (como un vidrio) una "cosa", la cosa que "significa".
Una representación puede ser "vaga" o "ambigua". Un término es "vago" cuando no se puede precisar aquello que significa. Un término es "ambiguo" cuando designa dos o más cosas significadas. El lenguaje natural es, según Russell, por su naturaleza, "vago". El lenguaje artificial de la ciencia se crea justamente para evitar esa "vaguedad". El lenguaje natural puede inducirnos a cometer lo que Russell llama una "falacia de verbalismo". Esta falacia consiste en tomar las propiedades de las palabras como propiedades de las cosas.
...La vaguedad y la precisión son características que sólo pueden pertenecer a la representación, de la cual el lenguaje es un ejemplo. Tienen que ver con la relación entre una representación y aquello que esta representa. Fuera de la representación, sea cognoscitiva o mecánica, no puede haber cosa tal como vaguedad o precisión: las cosas son lo que son, y eso es todo... (Russell,1923, en Antología semántica, 1960, p. 15)
Para definir la "vaguedad", Russell apelará al concepto de "precisión", que es justamente su contrario. Una representación es precisa cuando se da entre el "sistema representativo" y el "sistema representado" una relación biunívoca, esto es, cuando se da una relación término a término entre los dos sistemas y entre sus relaciones. De este modo, una representación será "precisa", si se da una relación de correspondencia entre los términos de un sistema y los términos del otro. Más específicamente, una representación resultará "precisa", cuando un solo hecho puede verificarla; y ser "exacta" cuando la representación sea "verdadera". Esto habilita una distinción entre una expresión "significativa" y una expresión "verdadera". Russell establece así las bases para una teoría de la verdad como correspondencia y para una teoría de la ciencia centrada en el “significado” de los términos y de las proposiciones.
Para resolver los problemas de la metafísica, Russell adopta los criterios establecidos por Wittgenstein en el Tractatus logico-philosophicus. En la Introducción de 1922 considera un "acontecimiento de suma importancia en el mundo filosófico" la publicación del Tractatus, debido a que, "partiendo de los principios del simbolismo y de las relaciones necesarias entre las palabras y las cosas en cualquier lenguaje, aplica el resultado de esta investigación a las varias ramas de la filosofía tradicional" mostrando cómo los problemas de la filosofía clásica no son más que derivados del "mal empleo del lenguaje".
Según Russell, Wittgenstein estudia las condiciones de un "correcto simbolismo", para estipular de qué modo las proposiciones pueden "significar" algo suficientemente definido. Según Russell, estos son los problemas lógicos que Wittgenstein tratará de resolver: a) las condiciones bajo las cuales las proposiciones, entendidas como combinaciones de signos, serán "significativas", b) las condiciones para que exista univocidad de significado en las proposiciones a partir de su "referencia".
Como sabemos, el positivismo lógico sostiene que las proposiciones de la ciencia natural son una "representación del mundo", y si no lo son, carecen de sentido. La supuesta investigación llevada a cabo por Wittgenstein en el Tractatus, implica el reconocimiento de la tesis representacionalista, según la cual el lenguaje debe servir para "describir el mundo". Pero en esta concepción del lenguaje, viene implícita una "teoría del conocimiento", que implica una serie de supuestos no explicitados: a) que "el mundo" se puede conocer; b) que el conocimiento es una "figura del mundo"; c) que las proposiciones científicas no hacen sino "representar" en el sentido de "reproducir" el mundo; y d) que el "uso" legítimo del lenguaje debe estar restringido a "describir" el mundo.
El problema del "significado" de los términos y de las proposiciones metafísicas se instala entonces en el centro del debate. Sólo una proposición con "sentido" podrá ser "verdadera". Una proposición sin sentido, no resultará ni verdadera ni falsa, ni siquiera pertenecerá al ámbito de la ciencia. La filosofía del "lenguaje ideal" llevada a cabo por Russell y el positivismo lógico, tendrá por objetivo establecer el "significado" preciso de las proposiciones, y su resultado será la resolución, por la vía de la disolución, de los problemas de la metafísica.
Antes de continuar, recordemos las tres "dimensiones" del lenguaje reconocidas por Morris en sus Fundamentos de la teoría de los signos (1938):
Para Morris, la semiótica es la "ciencia de los signos". Un signo es aquello que "funciona" como tal en un proceso de semiosis. Este proceso implica tres (o cuatro) factores: 1.un vehículo- señal: aquello que funciona como signo; 2.un designatum: aquello a que se refiere el signo; 3.un interpretante: el efecto por el cual "algo" es signo para 4.un intérprete: el usuario del signo.
Estos cuatro factores intervienen en el proceso de semiosis de un modo relacional: se implican entre sí. Algo es "signo" porque es interpretado como tal por un intérprete. Por lo tanto, la semiótica no se ocupa de una clase particular de "objetos", sino de los signos en tanto participan del proceso de semiosis.
Según Morris, a partir de los términos correlatos del proceso de la semiosis, es posible extraer una cantidad de relaciones diádicas que caracterizan tres "dimensiones" de análisis del lenguaje, considerado como el "sistema de signos" por excelencia.
- dimensión sintáctica: estudia las relaciones formales de los signos con otros signos; ya que no puede decirse que existan signos aislados y el lenguaje es un sistema de signos interconectados.
- dimensión semántica: estudia las relaciones de los signos con sus "designata". Morris distingue aquí entre: el designatum de un signo, esto es, aquello a que el signo se refiere para el intérprete y su denotatum, esto es, los objetos realmente existentes designados por el signo.
- dimensión pragmática: estudia las relaciones de los signos con el intérprete.
Los estudios lógicos priorizaron en principio el abordaje de la sintaxis lógica del lenguaje, prescindiendo deliberadamente de las dimensiones semántica y pragmática, para limitarse a su estructura lógico-gramatical intentando dar una respuesta "científica" a los problemas de la filosofía.
Entre los representantes del Círculo de Viena, Moritz Schlick y Rudolf Carnap, consideraron que era posible "superar" la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje. Schlick distingue entre "la ciencia" como sistema de proposiciones que enuncian "hechos" acerca del mundo, un conjunto de proposiciones empíricas verdaderas y la filosofía metafísica. Frente a esta definición positiva de la ciencia, la filosofía no es una ciencia: no hay un dominio de proposiciones que constituyan una especie de "verdades filosóficas". Sin embargo, esto no significa que no ocupe un lugar en el dominio del saber:
...La característica positiva del viraje del presente, se halla en el hecho de que reconozcamos a la filosofía como un sistema de actos en lugar de un sistema de conocimientos. La actividad mediante la cual se descubre o determina el sentido de los enunciados: esa es la filosofía. Por medio de la filosofía se aclaran las proposiciones, por medio de la ciencia se verifican. A esta última le interesa la verdad de los enunciados; a la primera lo que realmente significan; la actividad filosófica de dar sentido cubre la totalidad del campo del conocimiento científico... (Moritz Schlick, El viraje de la filosofía, 1930-31)
La filosofía se convierte así en "esclarecimiento del sentido de las proposiciones", dejando de lado la suposición de que puede proporcionar axiomas a priori, incondicionalmente verdaderos, ya que la filosofía no consiste en proposiciones. Sólo si adopta esta forma, podrá ser "honrada" como antiguamente, "reina de las ciencias".
Por su parte, R. Carnap utilizará como "herramienta" el análisis lógico del "contenido cognoscitivo" de las proposiciones científicas y, a través de ellas, al análisis de las palabras. Según Carnap, este método, propio de la "lógica aplicada" o "teoría del conocimiento", dio lugar a dos tipos de resultados: uno positivo y otro negativo.
...El resultado positivo es elaborado en el campo de la ciencia empírica: se esclarecen conceptos particulares de distintas ramas de la ciencia, se explicitan, tanto sus conexiones lógico-formales como epistemológicas. En el campo de la metafísica, (incluyendo la filosofía de los valores y la ciencia normativa), el análisis lógico ha conducido al resultado negativo de que las pretendidas proposiciones de dicho campo son totalmente carentes de sentido... (Rudolf Carnap, La superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje, 1932)
A partir de aquí, queda sancionada la "eliminación radical de toda metafísica" que, en cuanto carente de sentido, carece de fundamento. Eso es lo que la diferencia de la "legítima" ciencia. Como vemos, el positivismo lógico fue una apuesta a la "razón científica" capaz de legitimar determinados espacios de saber (física, lógica, matemática) y de destituir a la metafísica del dominio de la ciencia.
Bibliografía citada:
- Ayer, A. Lenguaje, verdad y lógica. Universidad de Valencia, 1991
- Carnap, R. “La superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje” en Ayer, A. El positivismo lógico, México, FCE, 1980.
- Morris, Ch. Fundamentos de la teoría de los signos. Buenos Aires, Paidós, 1985
- Russell, B. “Vaguedad” en Bunge, M. Antología semántica, Buenos Aires, Ed. Nueva Visión, 1960. Disponible en: http://www.clorenzano.com.ar/bibliografia/russell.pdf
- Schlick, Moritz “El viraje de la filosofía” en Ayer, A. El positivismo lógico. FCE, 1980. Disponible en: http://filosofiasinsentido.files.wordpress.com/2013/02/el-viraje-de-la-filosofc3ada-moritz-schlick.pdf
- Wittgenstein, L. Tractatus logico-philosophicus. Madrid, Alianza, 1984
Actividades para los cursantes:
- Seleccionar al menos 1 (un) texto de las lecturas recomendadas.
- Elaborar una síntesis para ser presentada en forma oral en el encuentro presencial.
- Escribir en 1 (una) carilla aquello que consideren que es lo más relevante para el debate epistemológico del siglo pasado.
- Russell, B. Introducción al Tractatus logico-philosophicus de L. Wittgenstein, Disponible en: http://www.filosofos.net/russell/otros_esc/otros_tractatus.htm
- Tamayo Valencia, A. “Enfoques de la filosofía del lenguaje de L. Wittgenstein” en Revista Virtual: Cuestiones de Filosofía, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Nro. 12, 2010. Disponible en: http://virtual.uptc.edu.co/revistas/index.php/cuestiones_filosofia/article/viewFile/888/825
- Schlick, Moritz “El viraje de la filosofía” en Ayer, A. El positivismo lógico. FCE, 1980. Disponible en: http://filosofiasinsentido.files.wordpress.com/2013/02/el-viraje-de-la-filosofc3ada-moritz-schlick.pdf
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